Esta semana he disfrutado de maravillosos encuentros y hoy comparto contigo mi observación, porque ¿cuán conscientes somos de lo valioso del encuentro? ¿En el día a día, en lo cotidiano?
Me encontré con mi compañera de vida -es verdad, cada día-, con clientes, con una colega que sólo conocía a través de internet, con mis hermanos y amigos, con mis familias, con maestras y maestros, con aliadas de proyectos, con personas que no conocía, con gente linda…, y también me encontré con paisajes, con animales, con estrellas, aprendizajes y viejas heridas, con mis juicios, mis temores y hasta con una ola de calor difícil de evitar…
Evitar…
¿Cuántos encuentros evitamos?
¿Cuántas miradas ignoramos?
¿Cuánto nos ignoramos?
Entre tantos encuentros, la verdad es que termino encontrándome a mí mismo, en mis palabras, en mis creencias, en la risa, en los ojos de los y las demás, en los descubrimientos de mis clientes, en la vida que me rodea…
Me encuentro en las oportunidades que se conectan, en los proyectos que serán y en aquellos que no pudieron ser… para tanta gente…
Al final del día me encuentro inexorablemente en el silencio, en el espejo, sin máscaras, y tengo la posibilidad de una vez más agradecer. Porque encontrar, encontrarnos y encontrarse es, sin lugar a dudas, la mejor manera de evolucionar.
Encontrar también es coaching.
En estas palabras intento decirte muchas cosas sin decirlas y, si la invitación te resuena, me gustaría que te animaras a encontrarles sentido, el sentido que tu corazón hoy necesite encontrar.