Roberto se levantó muy contento esa mañana, finalmente había llegado el día.
Era un empleado muy fiel, con años de impecable trayectoria en el Departamento de Desarrollo.
Tras meses de mucho trabajo en un gran proyecto que llevaría a la empresa a liderar el mercado, meses en los que durmió poco, compartió breves momentos con su familia e incluso dejó de ir a la cancha -siendo un gran fanático-, había llegado el momento de recoger los frutos de tanto esfuerzo. La directiva se había reunido el día anterior y los comentarios de pasillo auguraban que algo importante estaba a punto de suceder.
Su interno sonó y su pecho aceleró el ritmo que lo condujo a la oficina del jefe. Allí lo recibió su mentor con un gran sonrisa en el rostro y un fuerte apretón de manos. Lo invitó al sillón y a disfrutar de una copa de la mejor cosecha.
Todo sucedía tal como lo esperaba…
Minutos más tarde, fue necesario correr en busca del baño de la azotea, de un escondite, de un escape. Algo lo quemaba por dentro y necesitaba gritar, explotar, tal vez llorar. El esperado ascenso se había transformado en un bono extra en dólares y una botella de buen escocés, ¡ah! también en un lindo «Gracias».
Todo estaba fuera de lugar…
¿Qué piensas que sucedió en este pequeño relato?
¿Has vivido algo similar?
¿Qué estaba fuera de lugar?
(puedes tomarte unos minutos para reflexionar sobre estas preguntas)
Ahora quisiera decirte cuál fue el detalle que condujo a ese final en la historia…
Las Expectativas.
Puede que te hayas visto reflejado en ese hombre, puede que no, pero probablemente en algún punto creas que la situación fue injusta, que merecía ese ascenso, quizás pienses que el jefe es un déspota, etc., etc., etc.
La realidad es que todo lo que Roberto esperaba que sucediera, sólo existía en su mente y en ningún otro lugar. Independientemente de lo que podamos pensar que merecía o no merecía, lo cierto es que nadie le había prometido un ascenso ni tampoco él había manifestado ese deseo a sus superiores. Sus expectativas no tenían razón de ser.
Eso que esperamos habita sólo en nuestra mente.
En forma similar, día a día esperamos que otro u otra actúe tal y como nosotros pensamos que debe hacerlo y, si no lo hace, reiteradas veces nos enojamos.
Nos molestamos cuando un hijo toma una decisión que no compartimos, nos sentimos frustrados cuando nuestra pareja no reconoce el esfuerzo de una cena especial, sufrimos cuando un padre no nos quiere de la manera que creemos merecer, y también cuando un profesor no reconoce el talento en nuestra tarea con una nota de excelencia…
Esperamos, esperamos, esperamos…
Ahora, lamento decirte que los equivocados somos nosotros.
Eso que esperamos habita sólo en nuestra mente.
Posiblemente te es fácil reconocer que siendo la persona que eres, tienes todo el derecho del mundo a tomar tus propias decisiones. Si gozas de cierta libertad, habrás decidido qué amigos tener, qué calle tomar para ir al trabajo o estudio y hasta quizás qué ropa interior ponerte esta mañana.
De igual manera, podrás reconocer que existe un YO que te identifica, y que incluye tus pensamientos, tu cuerpo, tus emociones, pero también tus creencias, recuerdos y experiencias, sueños, valores, expectativas y, entre otros aspectos, tu propia forma de ver y comprender el mundo.
Todo esto y más existe en ti, haciéndote un Ser único y perfecto, aún con aquello que hoy crees son defectos y/o virtudes.
Pero… ¡Claro! Así como tú tienes la libertad de tomar tus decisiones, tal como lo haces, en base a todo eso que forma parte de tu YO y que te hace único, existe un TÚ que identifica a toda persona con la que te encuentras, con sus propias características y su propia forma de ver el mundo. Y esa persona tiene el derecho de ser reconocida de igual manera, como un ser único y perfecto, que tiene la libertad de actuar y ser como elije hacerlo.
Entonces, ¿qué tienen que ver las expectativas con todo esto?
Mucho, permíteme explicarte por qué.
Aquello que esperas que suceda en relación a hechos, cosas, a otras personas, sólo tiene razón de ser en tu propia mente. Tus expectativas y deseos se crean y existen dentro de ti, y el hecho de que las cosas no sucedan tal y como lo esperabas puede decirte más de ti mismo que de lo que crees que sucede fuera.
Comparto contigo otro ejemplo.
Yo tenía un amigo muy cercano al que le confiaba mucho de lo que era importante para mí, de hecho supo estar en momentos muy «difíciles». En todos los años de amistad, contadas veces él compartió algo íntimo conmigo; y esto me hacía enojar bastante seguido. Yo me preguntaba ¿por qué no confía en mí? ¿siendo tan amigos, no debería compartir sus cosas? Me llevó mucho tiempo comprender y aceptar que él era como era y tenía el derecho de serlo, que éramos diferentes y que eso que yo esperaba sólo era parte de mis expectativas, siendo mi elección aceptarlo o frustrarme ante la realidad.
Comprender y aceptar…
Depositamos en los demás, en el afuera, nuestros deseos y, con ellos, nuestra forma de interpretar y esperar que las cosas sucedan. Así también depositamos en esas expectativas la responsabilidad de nuestra felicidad.
La próxima vez que te enojes o entristezcas por lo que hace o no hace otra persona, tómate un segundo para preguntarte «¿qué me dice esto de mí?, ¿cuáles son mis expectativas aquí?, ¿qué tan válidas son?» y tal vez te sorprendan tus propias respuestas.
Esta primera parte del artículo busca ofrecerte una mirada diferente para reflexionar. Ahora me gustaría conocer tu opinión, que compartieras experiencias o lo que te surja al leer la nota.
En una siguiente entrega, me gustaría brindarte algunas pistas que me han ayudado a mí a tener presente todo esto y a gestionar mejor mis expectativas; quiero que lo tomes como una visión posible, nunca como una verdad. Tú eres el único experto en tu vida.
Nos leemos en el siguiente post o por las redes sociales. ¡Hasta luego!
Excelente artículo, muy buen tema te felicito Eduardo!
Gracias por tu comentario, Norma. Me alegra te haya gustado.
Muchas veces nos olvidamos cuán importante es gestionar nuestras expectativas, siendo que nos permite vivir con más presencia de paz y nos evita disgustos.
Me surge la curiosidad… ¿Qué acciones han sido efectivas para aquellos que tienen presente la gestión de sus expectativas?
Muchas gracias y felicitaciones.
Eduardo